Yo
ya no quiero perderme en la lluvia de nadie:
mancharme
la carne con ácido ajeno,
que
se derrita mi piel en el suelo,
ni
llorar por cada demonio perdido
–bien
sea el tuyo o el mío–,
que
se escapa de la caja entreabierta
que
nos da por guardar en el pecho.
Ni
constelaciones rotas en la espalda
ni
dos pasos entre el azul y el negro;
entre
el vacío y el frío que siempre
se
tragan las noches de invierno.
Una entrada tan fría como hielo. Pero preciosa :)
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