"Las personas se miden por la soledad que soportan,
y la mía es mi mayor capital"

frío.

Las manos de Zoria estaban manchadas de sangre, aunque la muerte que palpitaba en los cuerpos de sus padres no había nacido de ellas. Era la señal de lo que acababa de extinguirse: la vida derramando por el costado de su madre, negando la respiración de su padre, apagando la hoguera del nicho familiar.

A su espalda, la aldea se retorcía en un cúmulo de fuego y cenizas. Ya no quedaba ningún altar donde llorar cadáveres, ni ningún lugar desde el que cantar a los astros y estirar diminutos dedos oscuros rezando por conseguir su luz y arrastrarla hasta el pecho. Ahora sólo quedaba muerte y retazos de vidas hechas pedazos.

La sabana estaba en llamas, y Zoria temblaba de un frío que no comprendía pero que en sus ojos lo helaba todo.

El león blanco jadeó y se incorporó, apartando el pesado cuerpo del padre de Zoria. Se relamió ante el niño y mostró en sus colmillos una sonrisa siniestra. Sus negras y afiladas garras se alzaron de nuevo, largas y horrorosas, humeando cuando el león dejó asomar al fuego entre las zarpas.

Cuando rugió, el sonido fue incomprensible, humano y demoníaco, igual que todos los malditos rugidos que Zoria escuchaba bailar junto al crepitar de los restos de la aldea.

–I'm gonna kill you.

El disparo estalló, pero Zoria ya había atravesado la piel del león. El cuchillo de su padre se hundió con fuerza en la bestia, y la sangre saltó a trompicones. El animal cayó al suelo, y la única fuerza que le quedaba se aferró a su garganta, donde nuevos rugidos nacieron.

Pronto, la sombra de la manada se acercó amenazadora, y Zoria contempló uno a uno los leones que quedaban. Apretó el cuchillo en su mano, y el frío lo terminó de envolver por completo.

O ellos o tú. Supervivencia.



Texto escrito para la antología

Decidme si queréis saber más de Zoria,
porque esto es casi el preludio de un cuento
que lleva tiempo cociéndose,
y puede que me anime a subirlo.

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