"Las personas se miden por la soledad que soportan,
y la mía es mi mayor capital"

gatos y pistolas



Después de los portazos, de los sobresaltos de Duncan, quien nunca se acostumbraba al chocante sonido de la puerta al cerrarse, tocaba discutir. Siempre. Y se estaba convirtiendo en un hábito, más que en un choque entre el mal genio de Sue y las incontables manías de Duncan de quejarse por todo.

    – ¡Joder, Susan! ¿Es que no sabes controlarte? Si vienes cabreada, no lo pagues con la puerta, ¡que ni siquiera es nuestra!

Y luego más gritos, bufidos, palabras malsonantes, y amenazas varias como «no quieras saber dónde pienso estampar el talón de mi bota» o «atrévete, zorra, que quiero verlo». Batallones de palabras que nunca llegaban a sacar la artillería pesada, sarcasmo salpicante en sus lenguas, ironía de la que crispa los nervios. Pero como todos los días, hay excepciones.

    – Duncan, por favor, cállate. No estoy de humor. Y no me llames Susan, estoy cansada de repetírtelo.

Las bolsas de la compra cayeron contra la encimera de aquella cocina ajena, y Sue destensó los hombros. Llevaban apenas dos semanas en un piso cochambroso, lo máximo que podían permitirse, y ahora que por fin se habían librado de su objetivo todo estaba demasiado borroso. Como la niebla del pesado invierno que se veía a través de los cristales manchados, y que hacía tiritar a Duncan, ahora junto a ella, que se abrazaba a sí mismo con fuerza embutido en su sudadera negra. A veces el muy estúpido era capaz de ser adorable, con su cuerpo delgado temblando entre aquellas ropas que eran varias tallas más grande que él, el pelo descuidado y revuelto, y aquellas ojeras en sus párpados de llevar semanas sin dormir.

    – Ese puto ser no paró de hablar hasta que no le metí una bala en la cabeza. Dijo que Chuck estaba vivo.

La madera del piso rechinó, mientras el silencio cortante se hacía mella entre ambos. El frío se coló entre los pies descalzos de Duncan obligándole a dar unos pasos para entrar en calor.

    – ¿Y tú te lo has creído? ¿Por eso has hecho una entrada triunfal con tu portazo?
    – Dijo que estaba aquí, en Minnesota.
    – Vamos, Susan. Ese cabrón está muerto y lo sabes.
    – ¡Ese es el problema, Duncan! ¡Que no lo sé! –las manos de Sue se agarraron al borde de la encimera; la tirantez de su piel, la tensión palpitante en la habitación...
    – Susan...
    – ¡Deja de llamarme así, joder! ¡Estoy harta de decírtelo!
    – ¡Por favor, Susan, tranquilizate! ¡No puedes fiarte de lo que te ha dicho un puto monstruo! ¿Es que no te das cuenta? ¿Eh? ¿No lo ves? ¿No aprendiste nada de los años con Gross? ¡Hasta yo me sé esa maldita norma! Además, ¿qué coño quieres hacer? ¿Recorrerte todo el Estado? ¿Estás loca? ¡Si apenas tenemos para comer!
    – Pero si Chuck está vivo, si sobrevivió al incendio, puede que Gross...

Las manos de Duncan agarraron con firmeza los hombros menudos de Sue, obligándola a mirarle. El frío plomizo de las pupilas de él frente al pardo embravecido de ella, ahora desquiciado por el miedo y la duda. Y Dios sabía que aquellos ojos hacía mucho que no se asustaban.

– Nadie sobrevivió, Sue. ¿Quieres saber quién lo hizo? ¿Quiénes siguieron vivos después de las cenizas? Tú y yo. Susan y Duncan. La jodida zorra con armas y el maldito gato callejero.


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No es que me convenza demasiado la entrada, la verdad, pero hacía ya bastante que quería volver a escribir de Sue. No me apasiona el resultado porque, a diferencia de los otros textos de Y llegaron los monstruos, este no ha salido con la misma fluidez, no ha sido un golpe de inspiración pura, sino más bien un joder, oblígate ya a escribir. Tampoco es que me desagrade sobremanera cómo ha quedado, pero creo que he hecho cosas mejores. 

PD: Pido perdón a Eme, porque al ir a publicar su comentario, sin querer le dí a suprimir. Soy, cuanto más, torpe. Igualmente, muchas gracias por el comentario <3 

PD2: Por cierto, me encanta escribir sobre estos dos. ME ENCANTA. Porque puedo poner todos los tacos que me de la real gana, y todo el vocabulario salido que quiera, porque ellos son así <3 

2 comentarios:

  1. La muerte a veces pasa de largo, y los muertos están vivos, y los vivos quieren estar muertos.

    crêpes
    rellenos de
    carmín.

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  2. Brrrrrrrrrrr, pues para no haberte gustado a ti en especial, a mí sí :) La historia se va forjando poco a poco, va mejorando en cada entrada. Y eso es precisamente lo que me hace querer seguir y seguir leyendo. Ahora tengo mucha curiosidad por Chuck y Gross :3

    ¡Un beso!

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