–Deja
de hacer el imbécil, idiota, testarudo, cacho de carne con ojos ¿en
qué estabas pensando? –Jenn lo mira con la ira en la mirada y un
cigarro ya consumido que arremete con volver a encenderse sólo por
estar entre esos labios tan de infierno.
–Déjame
en paz, Jenn, no me toques los huevos que suficiente tengo con
esconderme de la pasma.
–Mira,
te lo dije, maldito cabeza hueca ¡te lo dije! No hagas tratos con
Vin, que terminarás mal, muy mal.
–¿Vas
a seguir dándome la puta charla o podemos coger los billetes? Te
repito que la policía me busca por haberle metido un disparo a un
madero en la cabeza.
–Y
haber ayudado a que tu amiguito Vin se escapara de la cárcel.
–Me
prometió muchísima más pasta de la que tú verás jamás, ¿vale?
–Incrédulo.
–Zorra.
–Yo
al menos follo, tú dentro de poco estarás muerto, pedazo de
gilipollas.
–¡Ya
está bien! –se levanta de sopetón, provocando que la silla se
caiga hacia atrás. Están en la casa de ella, a oscuras para que
crean que no hay nadie.
Aunque
están gritando demasiado como para hacer creer tal cosa.
–Vale,
Andy, vale, lo que tú quieras –Jenn se levanta lentamente y escupe
el cigarro al suelo. Se contonea de manera exagerada y pillando al
chico por sorpresa se da la vuelta y levanta el dedo corazón. En él
luce una dulce cicatriz: "por
levantarlo demasiadas veces"
siempre dice ella cuando Andy le pregunta–. Parece que te van las
zorras ¿no, Andy?
–Vale,
lo siento, joder, no debería de haber dicho eso.
–Pero
lo has dicho.
–¿Podemos
volver al problema de verdad? Me están siguiendo, saben que somos
amigos –se queda un rato dudando, dejando que la mirada oscura de
ella penetre en la marrón de él, embistiéndolo psicológicamente
con fuerza– o lo que sea. Vendrán aquí, me van a coger, y los
enemigos que Vin tenía en la cárcel me van a destrozar.
–Es
más importante mi orgullo que tu estúpida vida –cruza los
brazos–. Total, por otro hombre con el cerebro de mosquito que
muera tampoco creo yo que pase nada.
Por
un momento algo hace click en la cabeza de Andy, y una
vocecilla que hace de conciencia –o más bien de maldito
recordatorio– le susurra entre risas que es un puto gilipollas.
Todo ello, claro, mientras Jenn continúa con su magnífica retahíla
de insultos y palabras preciosas. Ojalá fuese horario infantil,
porque todo lo que saldría de su boca sería un pitido insufrible, e
incluso eso es mejor que aguantar a la chica en ese estado. Excepto
si le tapan la boca con una de esas estúpidas bandas negras. Esos
labios no merecen tal castigo, incluso siendo los de Jenn.
–Te
lo estoy diciendo en serio, ¿vale? Tenemos que largarnos de aquí, y
créeme que la poli es el menor de los problemas.
La
mujer alza una ceja, y sus ojos negros desprenden tanta rabia e
ironía que podría encoger las pelotas de cualquiera. O ya lo está
haciendo. Mejor no dar detalles.
–O
sea, explícame cómo va ésto, por favor: Tú –por cierto, mi
ratero de tres al cuarto favorito– vas y te decides a hacer
negocios sucios con Vin. Ese Vin. El mismo Vin que únicamente es
famoso por tener un par de amigos subnormales, entre los que te
encuentras, y por saber ganar más enemigos de los que un agente de
la condicional recomienda.
Ambos
se quedan en silencio, las manos de Andy sobre la mesa, los dedos de
Jenn tamborileando en su brazo. El público contiene la respiración
justo cuando las luces de un coche patrulla asoman por la ventana y
pasan de largo a toda velocidad. Oh, cuánta tensión.
–¿Sigo?
Sigo... –asiente un par de veces tras escuchar las sirenas y
comienza a pasearse por la habitación–. En fin. Tú y Vin, dos
camaradas en una aventura épica que resulta salir horriblemente mal.
Cada uno por su lado, y tú, por supuesto, cargado con una bolsa de
billetes, un muerto, la policía, y los famosos enemigos a los que
Vin ha querido robar el botín. ¿No te pesa la espalda? ¿La
conciencia? ¿La gilipollez?
El
silencio sigue, y si algo pesa es la sorna continua en las palabras
de ella.
–Mira,
aprecio que hayas venido por aquí, de verdad. –Jenn cambia el peso
de un pie a otro y con él el tono de su voz, ahora más calmado.
–No
lo parece.
–No
seas capullo, ¿quieres? Ya sé que es una urgencia y que no
pretendías ponernos a los dos en peligro, pero la verdad es que
ahora estamos jodidos los dos.
–Por
eso. Tenemos. Que irnos. –su voz es apremiante, y no tiene nada que
ver con estar hasta las narices de la infinita discusión. En
absoluto.
Antes
de que Jenn pueda abrir la boca para continuar el debate, alguien
llama a la puerta, y la voz de un tal agente
de policía, abran, por favor,
les deja a ambos de piedra.
Andy
mira a Jenn; Jenn mira a Andy. Y mientras ésta piensa en alguna
manera rápida de salir del problema, él maldice su suerte y se
pregunta por qué no habrá seguido robando carteras en el metro.
Stra. While / Elito
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He llegado a la conclusión de que ahora mismo, lo que es para escribir, no sirvo mucho. Pero como este lugar es mi lugar, mi pequeño rincón, pues como que tampoco lo voy a abandonar así por las buenas. Colgaré cuando sienta que pueda colgar algún escrito, y que me merezca la pena. Y cuando se den más Vis a vis, por supuesto.
De momento, gracias a la gente que ha seguido comentando y pasando por el blog (y a los que han pedido que no pare de escribir). Sois un cielo y me animáis los días raros, que son muchos.
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