While // Elito
–Creía
que nunca me lo comentarías.
–No
soy tan capullo.
–Sí
eres tan
capullo. –Dejo la birra encima de la arena. Las pequeñas olas la
rodean, manteniéndola fría. Menudo acierto.
–Da
gusto hablar contigo, joder.
–Sea
como sea sabes de sobra que me tienes aquí.
Le
veo coger aire y soltarlo. Seguro que le hace cosquillas en la barba
porque profiere una pequeña sonrisa, casi invisible a los ojos de
cualquiera. Pero yo no soy cualquiera, por eso la veo y sonrío.
–¿Y
ahora de qué coño te ríes?
–¿Pero
tú cuánto llevas sin follar? Puto borde de los cojones. –Me
levanto, enfadada. Odio cuando Sergio se pone así, de verdad que lo
odio. Ya sabéis, en ese plan de
soygilipollastodoloquemedigasmesientamalmerezcomuerte,
o algo por el estilo. Y no le aguanto con ese estilo, porque Sergio
es majo, de veras, pero a veces le enterraba vivo.
–Venga,
Gabi, no te me pongas así. –Se levanta conmigo. Es bastante más
largo que yo, pero me la suda, puedo con él si le meto una patada en
los huevos.
–Ugh,
déjame.
–¿Qué
pasa, tienes la puta regla o qué?
–Los
comentarios machistas te los metes por el culo para que te hagan
boquete, unineuronal.
Y no, no tengo la regla, pero tú me provocas el mismo dolor de
ovarios.
–Eres
mazo cargante.
–O
sea, que eres tú quien me viene y me come la cabeza con sus movidas
carcelarias. Te animo después de eso, y soy yo
la cargante. Pues de puta madre, tronco, de puta madre.
–Bah,
vete a cagar.
Cojo
aire, de verdad que lo mataba ¿eh?
–Voy
a darme un baño, a ver si me relajo.
–Gabriela,
son las ocho y media de la tarde y estamos a principios de marzo, un
baño de agua cantábrica no va a relajarte.
–Como
mucho me matará, y eso ya es mejor que estar hablando contigo. –Le
doy una patada a la cerveza antes de acercarme al mar, no me apetece
ni quitarme la ropa.
Sé
que Sergio me está mirando mal, porque él también quería beber
del botellín,
pero
que se joda. No haber sido tan estúpido.
El
agua está helada, pero me hago la valiente y sigo avanzando, aunque
la ropa empapada se me pega a la piel y noto el frío más y más y
más.
Quiero meter la cabeza en el agua congelada y que me apague las ganas
que tengo de darle una bofetada a ese capullo.
–¿Sabes?
Siempre nos pasa lo mismo.
Sergio
aparece detrás de mí. Como es más alto, el agua tan sólo le llega
por las caderas; parece que el frío no le afecte, aunque seguro que
se está esforzando por aparentarlo. Y yo aquí temblando, con la
tripa tan fría que a lo mejor se me han congelado todos los óvulos.
Tampoco me hacía mucha ilusión tenerlos vivos y coleando, saltando
e hirviéndose como en una olla, la verdad.
–¿Qué
quieres decir? No vayas a ponerte a desenterrar mierda, porque ya me
tienes bastante contenta.
–Nada,
que siempre nos pasa lo mismo. Nos usamos como sacos de boxeo, y eso
es una mierda porque luego encima nos extrañamos de que el otro se
haya enfadado.
–¿Yo
también te uso de saco de boxeo? –Me
río un poco, porque me imagino a Sergio colgado bocabajo del techo,
y a mí misma apuntando con los puños para darle bien fuerte en las
pelotas y conseguir hacer Touchdown.
Es una escena maravillosa.
–Sí,
Gabi, y a veces das unos golpes que te cagas.
Antes
de que siga hablando, cojo aire y me meto de cabeza en el agua. Sigue
helada, pero he conseguido acostumbrarme un poco. Y aunque el agua
está densa y pesada por la sal, abro los ojos, y todo lo que veo es
negro. Negro
sobre negro,
como diría el pintor ese.
Decido
contar hasta tres, por terminar de relajarme.
1.
Me tengo que calmar, porque cabreada no voy a conseguir nada.
2.
Al salir me pienso pillar otra cerveza.
3.
Si suelta otra perla y me toca los cojones que no tengo, me concedo
carta blanca para arrearle de lo lindo.
Cuando
por fin salgo del agua, Sergio sigue ahí. Me mira con cara de pocos
amigos, resoplando. Se ve que le he dejado con la palabra en la boca.
–Bueno,
¿y tu discurso diplomático en qué quiere acabar?
–En
que lo siento.
Lo
miro un rato. Un rato pequeño y corto, que aún así se hace
lentísimo. En realidad estoy pensando en la cerveza, en el puto frío
que hace, en que he pisado un alga y estoy intentando reprimir la
cara de asco. Pero bueno, está bien darle un poco de tensión al
momento y que Sergio crea que no puede ganar. Aunque la verdad, yo
soy un saco de boxeo blandito.
–Bueno,
no sé. A lo mejor mi discurso diplomático también va por ahí.
Hacía siglos de ningún vis a vis.
Y este pertenece al Proyecto Semanas.
Ay, mira, me muero un poco. Me muero porque yo también quiero matarlo a veces.
ResponderEliminarSois geniales, me ha encantado muchisisisimo.
Me encanta que no importa cuánto tiempo desaparezca de blogger, las dos siempre estáis aquí cuando vuelvo, y me pone tan contenta porque me fascina leerlas (¡y las colaboraciones, pufff!��).
ResponderEliminar(ay, yo también soy un saco de boxeo blandito)
Abrazo para ambas!