"Las personas se miden por la soledad que soportan,
y la mía es mi mayor capital"

más, más, más.

Apenas a unos pasos de las nubes, sentía la tormenta en la palma de su mano, como una fuerza descomunal que le hormigueaba la piel y le ponía los vellos de punta, demostrándole que hasta entonces cada músculo había estado dormido y entumecido. Como si por primera vez su cuerpo estuviera despierto.

Ryan miró tras de sí dando la espalda a los estallidos que ocultaban el pueblo y a la vez alumbraban la noche. Incluso sin mirarlos, sus ojos parecían reflejar los relámpagos.

−Estás jodidamente loco. −la voz de Lauren fue un grito entre el estruendo. Tenía la cara desencajada, una mueca de pánico enmarcada entre los temblores que lo azotaban.

−¿Pero tú no querías más?

Ryan sintió la vibración en los dedos, la chispa amenazando con resbalar de entre las manos de la misma manera que ocurría cuando se cruzaban insaciables con la piel de Lauren. Por el cuello de éste todavía asomaban las marcas de Lichtenberg, la cicatriz que nunca se iría, el tatuaje irremediable de la última vez que había hecho de pararrayos particular de Ryan.

−¡Estás jodidamente loco! −esta vez se le rompió la voz, y terminó abrazándose el vientre mientras las arcadas le obligaban a doblar las rodillas y caer contra el suelo, a punto de vomitar.

−No me jodas. Eres tú el capullo que no paraba de repetirlo: más, más, más. Pues no hay más, Lauren. Sólo estamos los rayos, tú y yo. Y de momento te juro que los rayos pueden más que tú.

Cuando Lauren levantó la vista y clavó sus ojos en los de Ryan, éste dudó, y por un segundo la tormenta cesó; ni truenos ni relámpagos, tan solo la profundidad oscura que dejaban las nubes. Al tiempo, la tierra a los pies de Ryan comenzó a temblar. Había tanto odio en la mirada de Lauren que pudo sentir cómo incluso conseguía resquebrajarlo a él.

El terremoto cobró intensidad, y aún con los brazos rodeándole el vientre Lauren se incorporó. De repente aparentaba más fuerza, mucha mayor condición física, como una mole de piedra imposible de derribar pese a que la erosión fuera notable. Escupió, y en la saliva pudo distinguirse el rastro de la sangre.

−Quédate con los putos rayos entonces. Pero no me vengas llorando cuando veas que no pueden hacerte una mamada.




Este texto estaba tan verde que parece hasta hippie.
Porque estos niñatos ya se asomaron por
Notegraphy,
pero ahora les toca dejarse caer por aquí.
No sé que tal estará,
pero.

3 comentarios:

  1. bienbienbienbienBIENBIENBIEN, me encanta que nos subas cositas tuyas a menudo por aquí. Echaba mucho de menos por blogger, de verdad que sí (sabes que While nunca miente)
    Yo sí que quiero más, más, más ♥

    abrazos fuertes.

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  2. El final me mata. Gracias por traer cositas como ésta al rinconcito :)

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  3. cómo va a estar.
    qué fuerza irradia(n).

    (meses después, Eri tiene que comentar de todas formas, ¿cómo van a estar? resoplando fuerza por cada cicatriz)

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