"Las personas se miden por la soledad que soportan,
y la mía es mi mayor capital"

temblores y leones.

Louie se sentía rodeado de leones en mitad de la montaña. De seres salvajes que día a día se esforzaban por encajar, por esconder las garras y no verse nunca fieros o asustados.

Tirado en la cama, con la vista fija en el techo de la habitación, Lauren no parecía capaz de disimular el miedo o la ansiedad. Pasaba la mano por el gotelé de la pared, y sus ojos rojos e hinchados miraban el suave movimiento de la cortina; la otra mano, con leves marcas rojizas en los nudillos, descansaba sobre las sábanas.

–Tío, no tienes que hacer ningún drama. Estoy bien.

Louie se palpó el cuello y todavía lo notó caliente. Habían pasado un par de horas desde la pelea, pero aún se imaginaba el calambrazo y sentía el pecho golpearle con fuerza y volviendo a amenazar con pararse. Podía verse cayendo al suelo y tardar segundos en recuperar el aliento, y se le erizaba el vello de la nuca con sólo pensarlo.

Si Ryan no hubiera recibido el puñetazo, Louie tendría mucho más que huellas oscuras en la piel.

–Ya, pero yo no estoy bien –al incorporarse, Lauren parecía más pequeño y más grande a la vez: era pequeño por el llanto que quedaba en sus ojos, y grande porque el león casi daba vueltas por la habitación, envuelto en ansia–. No sé qué coño ha pasado. Todo ésto... Joder, todo ésto se me está yendo de las manos.

Lauren temblaba hecho un ovillo, y los labios apretados y el ceño fruncido demostraban que volvía a contener las lágrimas. Louie se agarró al escritorio como un acto reflejo.

–Lo sé, ¿vale? Lo entiendo, ya sé que es una mierda. Todo se está descontrolando un poco. Joder, sois... –la pausa fue más larga de lo debido. Paladeaba la duda en su boca, y por un momento ni siquiera quiso mirar a Lauren, que clavaba sus ojos en él. Louie se agarró con más fuerza a la mesa.

–¿Qué somos? ¿Qué coño somos Ryan y yo? ¡Te juro que como digas "putos maricones" te voy a partir la cara!

El temblor fue leve, aumentando poco a poco mientras Lauren alzaba la voz a cada palabra. Louie se aferró a la madera, y al mirar a su amigo respiró hondo y se pidió a sí mismo que estuviera por encima de la situación.

–¿Eres imbécil? ¿De verdad crees que me molesta que estéis liados? Lauren, no soy un puto paleto, ¡no soy gilipollas! ¿O es que no piensas que he notado el jodido ramalazo de electricidad cuando me ha tocado? Y sí, Señor Inteligencia, también sé que tú tienes una mierda rara con la tierra –ahora era Louie quien alzaba la voz, y ya ni se acordaba de agarrarse al escritorio. Al final, Louie suspiró y recordó que no podía dejarse llevar–. Joder, mira, no sé lo que sois, pero ésto puede acabar muy mal.

El temblor cesó, y ambos soltaron aire casi a la vez.

–Estoy cagado de miedo, te lo juro.

–Pues ya somos dos.

1 comentario:

  1. Puuuuuuf.
    Son como electricidad. Como ir aumentando de velocidad hasta quedar suspendido en el aire a mitad.
    Y así hasta que cae otro texto del cielo. Mis monos empiezan a ser duros, duros. Y estos pobres solo deberían abrazarse mucho rato hasta quedarse dormidos.

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