Wendy
me miró sorprendida, con un extraño titilar en la mirada, y noté
cómo mi miedo y el suyo se miraban a los ojos; se susurraron algo
durante unos segundos, como si estuviesen llegando a algún tipo de
acuerdo. Y de repente, cuando ambos miedos se callaron, Wendy rió
suavemente.
–
No eres el más indicado para
hablar de miedos. Ni siquiera sé cómo has sido capaz de llegar
hasta aquí... –bajó la mirada, volviendo a concentrarse en los
niños que correteaban por el suelo– Gracias.
–
No quería dejarte sola. Y no
quiero que sigas durmiendo fuera del nido –medité mis palabras
unos segundos y, sin darme cuenta, fijé la vista en los
críos de allá abajo: uno de ellos, el que parecía el más pequeño
de los dos, acababa de caer al suelo y se revolvía, aguantando las
lágrimas. Se me hizo extraña aquella imagen–. No quiero que
sientas que el nido te quita libertad, porque no es así, Wendy. Y si
temes despertarte rodeada por las insignificantes ramas que lo
forman, haré que, cuando abras los ojos, lo primero que encuentres
sean mis alas rodeándote. Y te acariciaré con mis plumas, y te
limpiaré las tuyas. Y haré todo lo que haga falta para que tu miedo
te abandone, y entre tus costillas sólo queden los restos de la
libertad que te empapa el cuerpo cada vez que echas a volar –los
pequeños pulmones de Wendy habían comenzado a moverse con rapidez,
y cuando la miré de reojo hallé sus pupilas muy lejos de donde nos
encontrábamos–. No quiero que tengas miedo. –recalqué, como si
todo mi discurso anterior se basase en esas seis palabras.
Wendy
cerró los ojos con fuerza y respiró hondo. Sus plumas comenzaron a
agitarse más lentamente, y cada respiración era más profunda que
la anterior. Era como si le hubiesen dado un mazazo; como si, en vez
de decirle todo aquello, le hubiese soltado alguna frase como ha
muerto tu padre o he perdido el ala. Quizás el
hecho de que cuidase tanto de ella la asfixiara. Quizás la estaba
intoxicando con mi protección; pero lo cierto era que no quería que
tuviese más miedo. Y cuando por fin parecía haberse tranquilizado,
abrió los ojos y dijo:
–
Necesito volar un rato.
Última entrada del mes, ya que
el Sábado a las 8 de la mañana
me voy de vacaciones, y hasta Agosto
no sabréis mucho de mí (excepto por Twitter, claro).
Aún así voy a escribir mucho y a dejar
cositas preparadas. 4h de tren dan mucho que hacer.
Buen verano.
- Alatriste y Wendy os agitan las alitas con cariño -
¿has dicho twitter? (ahora te busco)
ResponderEliminarPuede ser que necesite ese empujoncito para superar sus miedos de una vez por todas. :)
(se te echará de menos,
ResponderEliminarporque este blog tuyo está siendo jodidamente
genial)
Elito eres increíble, de verdad te lo digo.
ResponderEliminar(es como Nunca Jamás, maravilloso)
ResponderEliminar¿puedo quedarme en tal bello rincón? :)
*mimitos, cubiertos de ilusión*