"Las personas se miden por la soledad que soportan,
y la mía es mi mayor capital"

por fin (dolía).


La tensión se quedó en mi garganta, paralizando cada sensación de mi cuerpo. Intenté respirar, pero apenas podía conseguir pasar un mínimo de oxígeno a mis pulmones. Oí mi quejido sordo en mitad de la calle, oí en mis oídos el latido de mi corazón, débil, a punto de pararse por completo, realmente siempre pensé que lo hizo. Me agarré a la barandilla metálica que estaba justo encima de mí, me estaba mareando, y algo parecido a mariposas aleteaban en mi estómago. Empezaba a ahogarme de verdad, empezaba a faltarme el aliento. Creía que iba a desmayarme cuando pude respirar por fin, el aleteo de las mariposas se hizo cada vez más fuerte, tanto, que tuve que taparme los oídos, sabiendo que era algo estúpido. Cuando todo se quedó en silencio en mi cabeza, cuando sólo se oían los pitidos de los coches y el murmullo de la gente pude notar el corazón. Sorprendido me llevé la mano al pecho, por fin, por fin estaba latiendo.

Hacía tanto, tantísimo, de la sensación apretando mi cuerpo... demasiado tiempo ya desde el espasmo incómodo en mis carnes, el retortijón continuo en el estómago y la angustia extraña en el pecho. Porque nada cuadraba, y me temblaron las rodillas. Me aferré con fuerza al metal entre mis manos, el ancla ficticia que me mantenía en pie, mientras la noche competía contra las luces que adornaban una ciudad acostumbrada al insomnio. Y yo al borde del derrumbe, y el mundo ajeno a mi colapso; y ni mis cientos de años de guerra constante me prepararon para aquello.

Porque Hungría tenía razón, y su sonrisa burlona había podido conmigo. El hueco en mi pecho se extinguía, y el agujero negro perpetuo ya no absorbía sin más la materia: no quedaba el vasto desierto ni la tempestad sin dueño; se había calmado el desorden y apaciguado el caos. Y dolía. Dolía tan condenadamente fuerte que lo único que sentía era el empuje aplastando mi cuerpo, y la pregunta de cómo había sobrevivido a tantos siglos sin aquello. Porque el dolor, pese a todo, era casi afrodisíaco, como una apetecible droga para mi bestia interior.

Los pasos de Hungría a mi espalda me tensaron entero, y un mierda escapó de mis labios traicioneros, notando la sonrisa lastimera que decoraba su cara.

Te lo dije, Set, nunca debimos jugar. Pero tú fuiste incapaz de hacerme caso... Y ahora soy yo quien carga con un hombre enamorado a sus espaldas.



Srta. While / Elito

(pido perdón por ser pésima escribiendo títulos)

5 comentarios:

  1. De verdad, me habéis dejado sin palabras. Un "me encanta" se quedaría demasiado corto.
    Sois fantásticos <3

    ResponderEliminar
  2. ay, si es que me encanta
    hacer estas cosas contigo demasié ♥

    ResponderEliminar
  3. Este texto es una preciosidad. Las descripciones que habéis hecho son bellísimas, ojalá hubiera sido la entrada más larga puesto que no podía parar de leer. Tu blog me encanta, ya te sigo.
    Un besazo! <3

    ResponderEliminar
  4. Qué rabia me da tanto talento.

    Me lo he leído dos veces porque con una no me bastó. Lo que quiero decir con esto (si fuera una persona normal de las que dicen estas cosas en lugar de ir buscando guerra) es que es genial.

    ResponderEliminar
  5. Estoy con Zazish, me dais envidia.

    ResponderEliminar

Puedes dejar algún suspiro que otro. Bueno, si quieres.