Debería
ser por ti por quien me temblaran las rodillas
y
no por el frío ansioso que me muerde la carne y amorata la piel.
Que
la guindilla que me enciende los labios no es tu lengua ni tus ganas,
y
el ardor en el cielo de la boca tendría que ser entre las piernas;
con
tus manos abriéndose camino entre un lodazal de jadeos y nervios,
entre
los miedos ciegos que se tapan los oídos
y
el mar de hambre que sacian los besos.
Y mejor si la saciedad tarda en llegar.
ResponderEliminar