Soy el pelo, los rizos, las
manos finas de mi madre, que enmarcan mis pupilas grandes; los ojos
pardos, los hoyuelos, la sonrisa de mi padre. El recurrente dolor de
estómago ante los nervios del momento, la caricia de cabello como
señal de auto control. El tic innecesario en los dedos, los dientes
recurriendo a unas uñas ya mordidas. La boca y la nariz torcida y
los labios delgados; el rosa pálido a juego con la piel. La risa
exagerada, que no a posta ni falsa. El frío enquistado en la carne,
la flema constante y pesada. Las rodillas con trauma, siempre a punto
de rotura, siempre temblando por miedo. Las manos y los pies
pequeños, y el cuerpo más grande que yo; toda yo.
Llevo meses sin decir nada de nada, y aquí estoy,
con algo que también es nada de nada.
Algo perdido por uno de tantos cuadernos.
Que no me voy, que no abandono...
sólo que me olvido fácil.
(pues qué guapa es aquella que se ve reflejada en esta entrada. Tan sencilla, tan humana, tan como se debe de ser)
ResponderEliminarNo se te olvida tan fácil.
ResponderEliminarAy, Elito. Tienes que enseñarnos tus letras más a menudo :)
ResponderEliminar(Me ha encantado).
¡Cuánto tiempo!
ResponderEliminarA mi me gustan tus entradas, ¡escribe más a menudo!
Tan humana. Eso es.
ResponderEliminarMe encanta, porque muestra la imperfección, algo de lo que uno no debería avergonzarse.
Espero que, aunque olvides fácil, recuerdes de vez en cuando.
abrazos ( de oso )